Microcuento y Versiones (faltan dos versiones)

                                                                     El día que perdió la fe

Caminarás por aquel patio, tan tuyo, tan ajeno. Un patio prestado. Caminarás por ese pedazo de mundo que te confían de a ratos. Qué más puede hacer un monje como tú sino es guardar en cada flor un poco de su alma y en cada rama una pisca de piedad. Te darás cuenta que la realidad no te pertenece, y quemarás aquel libro, que te mantenía cuerdo, y olvidarás tu fe en un entramado de ilusiones rotas.  

Dejarás de construir una escalera al cielo y lo más alto que subirás es a ese árbol al fondo del jardín, atarás la cuerda a tu cuello y te dejarás caer. Apaciguarás tu dolor con cada exhalación y el mundo parecerá vibrar más alto porque el peso en tu pecho cesará. 


Versiones del Microcuento. 

Policial

La puerta se encontraba entreabierta, la moví con el pie e ingresé al monasterio, las luces estaban prendidas, lo que me pareció extraño, usualmente las apagaban durante el día. Me habían mandado a investigar ya que los vecinos se quejaban de un olor desagradable que provenía del monasterio. 

Caminé por un largo pasillo y cada tanto de mis labios soltaba un "hola", una pregunta "¿hay alguien?"

Sala por sala fui revisando sin encontrar nada sospechoso, ni siquiera al monje, el único que vivía allí, los demás habían muerto, algunos de viejos y otros se quitaron la vida, debido a esto último en el pueblo se dice que el monasterio esta embrujado. 

Para cuando llegué a la puerta que daba al jardín ya podía percibir un aroma ácido y muy fuerte, mis instintos se activaron y mi mano fue directo a mi cintura, donde llevaba mi revolver. Abrí la puerta con cuidado y vi por el rabillo de mis ojos una sombra que se movió con rapidez, acomode mi cuerpo para mirar a esa dirección y baje el arma, era tan sólo un perro cavando un pozo. Seguí investigando, revisando algunos recovecos, mentiría si dijera que no vi la cuerda que se encontraba rota y atada al árbol, majestuoso e intimidante, que se encuentra al fondo del jardín.  

Cuando ya no había más lugares, ni escusas, caminé a través de los rosales hasta llegar al pie del árbol, bajo la rama, la cuerda rota, se encontraba el cadáver de un monje y a unos cuantos metros se encontraban varias hojas quemadas, como si de un libro se tratase, ya consumidas casi en su totalidad. 

Por la escena que se presentaba ante mí pude deducir que el monje se había suicidado y que el perro, con la intención de ayudarlo, había jalado de su pierna hasta romper la soga y hacerlo caer. 

En las hojas que pudimos rescatar no había nada que pudiera ayudarnos a entender por qué se había suicidado, algunos compañero y gente del pueblo se lo adjudican a la "maldición del monasterio", si a mí me lo preguntan diría que fue una pérdida de fe. 


Fantástico

Tras el cristal las gotas caen, algunas se unen y danzan, otras parecen caer con pesadez. Afuera, el cielo se hace escuchar e ilumina todo, como si su intención fuera mostrar la suciedad del mundo y lo que se esconde tras la oscuridad. 

Levantas tu mano y la dejas a centímetros del cristal, sabes que cuando lo toques se romperá y el tiempo te golpeará tan fuerte  que no podrás soportarlo. "Jugaste demasiado con los minutos contados de tu existencia. Nunca comprendiste el motivo de tu don" te dijo aquel monje en el tren hace varios años. 

Alejas la mano del cristal y abres el libro, como un cobarde, decidiste esconderte en aquel lugar donde el tiempo no pasa. Comienzas a recitar palabras y sientes como las gotas te queman, los relámpagos te ciegas y los truenos, como gritos de agonía, te aturden. Desapareces entre las palabras de un libro viejo escondido en un cajón, para dejar atrás un mundo en pausa.


Romántico

Estamos uno al lado del otro, nos cubre un silencio cargado de palabras no dichas. No quiero moverme, no quiero hablar, siento que si lo hago romperé la burbuja que nos ha encerrado a ambos. Pero tú, sabio monje, pareces no notarlo y das el primer paso, te alejas y rompes lo que he intentado preservar. Te detienes y vuelves hacia mi, somos extraños con un mismo pensar que sin saberlo arman constelaciones, me entregas ese libro de memorias que has traído toda tu vida y sé que es el acto de amor más grande que me puedes mostrar. 

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