Crónica

Estoy leyendo los crudos relatos, los sentimientos volcados en palabras, que escribieron mis compañeros con la visita al parque de la memoria. Me estremezco en varios párrafos, quizás sea porque todo esta contando desde los ojos de chicos de mi edad, que pese a que no lo vivimos, crecimos con esa sensación de lucha y comprensión presionando nuestros pechos. Algunos cuentan como se mezcla la memoria y lo turístico del lugar, creando una especie de dimorfismo; niños jugando a la pelota, gente caminando apurada, y a unos metros las placas de aquellos que nos quitaron con una crueldad que sólo el ser humano podría tener, nombres que nos recuerdan a alguien que conocemos, edades semejantes a las nuestras, y se nos estruja el alma. A veces uno no sabe que sentir, paso hace tiempo pero no hace tanto, paso y eso es lo que importa, eso es lo que despierta un sentimiento de impotencia, porque pude haber sido yo, vos, nosotros.

En el parque convergen el arte, el dolor del pueblo y la memoria de una herida que nunca sanará, une herida que le reclama y le pide al olvido que no se la lleve. "Todo esta guardado en la memoria. Sueño de la vida y de la historia" dice León Gieco en su canción, recordando a los perdidos, recalcando los actos aberrantes, reclamando que la memoria se quede despierta. La canta mi papá con lágrimas en los ojos, porque el recuerdo me lo pasa a mi, a la historia, como argentina, como humana. 

Los monumentos nos transportan, nos sitúan en la época, representan la opresión, los cómplices, y la libertad de poder expresarlo, de poder gritar el enojo, de posicionarnos encontrar sin el temor a desaparecer. Te hacen cuestionar la realidad en la que vivimos, una realidad conquistada, una libertad ganada, y te hacen ser parte activa de la lucha.




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